Del periódico digital El Cambio de Michoacán les compartimos este interesante artículo, que aborda lo que también para nosotros constituye una tarea pendiente.
"Lunes 11 Agosto de 2008
¿Por la fuerza, o con anestesia?
Nohemí Vargas Anaya
Domingo 10 de Agosto de 2008
La semana pasada dejamos en la mesa una invitación para que los varones michoacanos que se encuentran incómodos con la masculinidad hegemónica, y que además han emprendido trabajo introspectivo con otros hombres, consideraran la posibilidad de emprender un diálogo público, a través de cualquier medio, con quienes nos mostramos a favor de la igualdad.
Obviamente, no esperábamos que abarrotaran los medios de comunicación de la entidad con infinitas propuestas. Y la razón es muy simple. El investigador Enrique Gomáriz Moraga (sociólogo y psicólogo, investigador de FLACSO y asesor de diversos organismos internacionales), opina que es un error pretender que el movimiento de hombres siga las mismas directrices que el de las mujeres.
En los inicios del feminismo, cuentan las sabias ancestras que fue hasta que las mujeres pudieron platicar su situación oprimida con otras mujeres, cuando lograron reconocerse y solidarizarse entre sí para bregar en contra de la desigualdad, ya que ellas eran -y son- quienes llevaban la desventaja.
En el caso de los varones, Gomáriz ilustra muy bien que la dinámica no puede ser la misma, sencillamente porque “no hay muchos ejemplos en la historia de la humanidad de amplios sectores que organicen un movimiento para abandonar el poder”.
En términos llanos, los hombres en general se encuentran muy cómodos. O al menos eso perciben. Y aquí el asunto se torna sumamente interesante. Primero, porque existen posturas feministas a quienes da igual si los hombres se interesan o no por cambiar, porque finalmente ellas ya lo están haciendo, y si los otros se suben al tren o no, les resulta secundario.
La desgracia es que bajo esta perspectiva, ambas partes han pagado costos muy altos en términos de salud, economía y relaciones familiares. No obstante, cada vez se amplía más el acuerdo en torno a que la lucha feminista apunta a beneficiar a la humanidad completa. El problema es que, como afirma Gomáriz Moraga, “la discusión sobre el desarrollo de la Democracia de Género siempre llega a un nudo cuando se plantea el tema del cambio en los hombres”.
Menuda tarea, pues. Las mujeres no podemos aspirar a una sociedad igualitaria construida por nosotras mismas, y hasta ahora no hemos terminado de explorar hasta qué punto estamos dispuestas a “convencer” a los hombres de sumarse a la tarea.
Mientras eso ocurre, bien podríamos esperar sentadas o buscar alternativas.
Segundo, y en consecuencia, debemos sacar la siguiente carta: los varones deben encontrar que si cambian, obtendrán dividendos. Cuando la periodista Heide Oestreich entrevistó a uno de los investigadores más destacados en estudios de masculinidades, el estadounidense Michael Kimmel, éste lanza una pregunta para el hombre que la quiera comprender: “¿Quieren ser obligados a la fuerza a caminar hacia adelante, o prefieren reflexionar sobre las ventajas que podría tener el cambio?”.
Y no obstante que aún detentan el poder, Kimmel reflexiona con ellos: no se encuentran tan a gusto como dicen. “Tenemos un modelo de masculinidad que es más bien incómodo. No tenemos buenas relaciones con nuestros hijos, con nuestras mujeres. Podríamos beneficiarnos con la equidad de género. Hay áreas, como la paternidad, en las que podrían beneficiarse. La manera como los hombres son hombres les impide ser buenos padres. Eso es triste”.
¿Qué persona o instancia sería la responsable de hacer permear las ventajas de un cambio en los varones para el beneficio general? ¿Las mujeres? ¿Los hombres que ya cambiaron? ¿El gobierno? ¿Las asociaciones civiles? ¿La iniciativa privada?
Establecer el consenso social de un cambio que se prevé llegue pronto, bien podría ser la solución menos drástica. Y lo planteamos así, porque Kimmel parece no tener mucha piedad con los varones reticentes:
“Tanto si quieren escuchar o como si no, el orden cambiará… ¿Ustedes quieren ser empujados y vapuleados hacia el futuro, o quieren reflexionar en qué se pueden beneficiar? Cualquier hombre consciente preferirá el cambio progresivo, a que le empujen hacia el cambio por la fuerza”.
Gomáriz Moraga opina que antes de que ellos reciban tal amenaza, es posible el establecimiento de un consenso social por la vía pacífica en el que, de entrada, ya contribuyen tres sectores principalmente:
Primero, y en minoría, los varones que ya están dispuestos y preparados para corresponsabilizarse para trabajar a favor de la igualdad. Segundo, un bloque grande de organizaciones civiles locales, fundaciones internacionales y programas gubernamentales que han sistematizado ciertas opciones, aunque más dirigidas a mujeres que a hombres. Y tercero, la porción del movimiento feminista que le apuesta a implementar un cambio en el conjunto de la sociedad, y no solamente en las mujeres.
Bajo esa tónica, encontramos grandes ausentes: los cuerpos legislativos (con mayoría masculina, curiosamente), la iniciativa privada (sobre todo aquella que se ufana de ser “socialmente responsable”), los medios de comunicación y las religiones o disciplinas espirituales.
Parece fácil, pero es justamente el establecimiento de un consenso social lo que tiene atorado el florecimiento expresivo de los varones. Y aquí Gomáriz hace un énfasis particular en lo que llama “la importancia de la dimensión colectiva del cambio”. ¿Cómo la hacemos crecer?
No es solamente la mujer con el rostro sangrante o la autoestima lastimada quien debe aparecer en los medios de comunicación porque, en el discurso colectivo, esas imágenes ya se encuentran posicionadas. El punto aquí es hacer que se note la aún invisible condición de género de los varones, para recrear una opinión pública donde ellos tengan la posibilidad de manifestarse. Ese sería un primer paso sólido de una estrategia directa y no violenta. De otro modo, y como asegura Kimmel, el cambio podría darse por la fuerza. De cualquier forma, las mujeres avanzamos"…
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