miércoles, 7 de enero de 2009

Y bien, nos encontramos nuevamente en este 2009!

La evaluación de nuestras actividades de 2008, -entre las cuales la más importante fue el Encuentro Nacional de Masculinidades-, nos obligan para este nuevo 2009 a perseverar en darle vida a nuestro lema de sumar y multiplicar esfuerzos por la equidad de género y a plantearnos nuevas y más audaces metas.

Entre ellas, la Agenda de las nuevas masculinidades cobra más vigencia en la medida que se vuelve más necesario y urgente un nuevo Pacto entre los Géneros.

El logro de esta y otras metas será, como en el pasado, la suma y multiplicación de los esfuerzos de todas y de todos.

Para entra en materia, con gusto les compartimos un interesante material


"¿Por qué sorprende que algunos hombres luchen contra la desigualdad?

Dolors Comas D'Argemir

Catedrática de Antropología de la URV y Consejera del CAC

07/01/2009

Porque lo que se dirime es la redistribución de poder. Poner fin a la discriminación de las mujeres supone que éstas accedan a ámbitos de poder mayoritariamente ocupados por los hombres. Y quien tiene el poder no lo cede fácilmente. Mejor dicho, no lo cede, excepto como fruto de la presión social y de que gane la batalla de las ideas. Cuesta mucho que las mujeres accedan a cargos políticos, a puestos relevantes en las empresas, a actividades que impliquen prestigio social o remuneraciones importantes. Que las mujeres ganen estos puestos implica que haya hombres que no los tengan, y esto es mucho más complicado de asumir que el discurso políticamente correcto de la igualdad. Un ejemplo: para conseguir la paridad en sus órganos ejecutivos, algunos partidos políticos han ampliado el número de sus componentes, de forma que la entrada de mujeres no implica la salida de hombres. Pero en los cargos electorales esta estrategia no sirve, y entonces son los hombres quienes sacan ventaja. En las elecciones del 2007 sólo un 14,6% de las alcaldías fueron ocupadas por mujeres, a pesar de que la ley de la igualdad era ya vigente y que las candidaturas debían ser paritarias.

Pero no todo se limita a la cuestión del poder, porque hemos de plantearnos en qué premisas se inscribe este poder y si vale la pena mantenerlo intocable. Al fin y al cabo no vivimos en el mejor de los mundos, como muestra la actual crisis del capitalismo y la dramática ausencia de modelos alternativos que nos den esperanzas en un futuro mejor. Alcanzar la justicia social supone replantear las bases de funcionamiento de la economía, de la actuación política y del poder, e incluye también, claro, modificar la asimétrica relación entre hombres y mujeres.

Pero si de la utopía, necesaria, descendemos a nuestro ámbito cotidiano, a hoy mismo, comprobamos que seguramente aparece como más obvio lo que los hombres pierden con el cambio que aquello que ganan, y de ahí que nos resulte sorprendente e, incluso, meritorio, el que los hombres asuman como propio el compromiso de la igualdad. Pero me niego a hacer el ejercicio de acumular en la otra balanza las ventajas que los hombres han de ver en una sociedad más igualitaria, porque cuando se trata de derechos sociales no hay contabilidad posible, sino acciones y convicciones para hacerla realidad. Sí es imprescindible, en cambio, ampliar las alianzas, sumar y multiplicar las personas dispuestas a trabajar a favor de una sociedad en que hombres y mujeres podamos contribuir con nuestras mejores cualidades a hacerla mejor. Bienvenidos, pues, todos los esfuerzos".

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