La filósofa Beatriz Preciado explora cómo Hugh Hefner redefinió la subjetividad masculina heterosexual. Aquí, un panorama de la imagen del bonvivant en el cine y la música, desde James Bond a Eminem.
Por: Luis Diego Fernández
POSE. Hugh Hefner posa junto a sus conejitas en el parque de la Mansión Playboy para promocionar un reality show.
En 1997 tras dos discos berlineses, solemnes, irónicos los U2 editan su obra más incomprendida y despreciada por la crítica: Pop. En ese opus encontramos una canción que se titula "The Playboy Mansion", que comienza así: "If coke is a mystery/and Michael Jackson...history/if beauty is truth/and surgery the fountain of youth/what am I to do/have I got the gifts to get me through/the gates of that mansion".
Quizá en esas líneas se reduzca con extrema pericia los términos clave que destila Pornotopía (Anagrama), el extraordinario ensayo de Beatriz Preciado sobre la arquitectura y la sexualidad en Playboy durante la Guerra Fría: cocacola, Michael Jackson, belleza, cirujía estética, juventud eterna, regalos y, sobre todo, estructuras arquitectónicas.
Preciado entiende que el surgimiento de la publicación en manos de Hugh Hefner, allá por 1953, en rigor, constituyó más un perfecto dispositivo productor de una nueva forma de subjetividad masculina heterosexual que una mera revista misógina de chicas en bikini para hombres solteros y consumidores. La figura icónica del playboy, según Preciado, marcó la segunda mitad del siglo XX como una crítica a las estructuras de género encarnadas en la casa suburbana de la familia tipo. Una crítica que implicó, sobre todo, el diseño de la domesticidad del hombre urbano y polígamo que Hefner modeló: el ático de soltero.
A partir de esa cartografía y de las extensiones de ese dispositivo cama redonda e hiperconectada , la filósofa demuestra cómo se puede gobernar y controlar sin haberse quitado el pijama y la bata en más de cincuenta años.
Dice Preciado: "La pornotopía Playboy trató de terminar en plena Guerra Fría con las bases sociales de la servidumbre masculina en el régimen del capitalismo heterosexual, pero no cuestionó el sistema de género que le era inseparable (...) La Mansión Playboy se convirtió en una isla telecomunicada en la que un hombre envejece junto a un grupo, renovado constantemente, de jovencitas en bikinis. Aquí tanto el envejecido varón como la joven fémina necesitan de la suplementación farmarcológica: el modelo de biomujer hippie de los setenta ha dejado paso al estilo neumático Pamela Anderson, cuyo sello quirúrjico aparece incluso en las conejas más jóvenes. El jacuzzi con un hip-hopero (negro o blanco) rodeado de chicas medio desnudas haciendo el lap-dance es un mutante de la pornotopía. El jazz ha sido sustituido por el hip-hop, el batín de seda por una camiseta de baloncesto talla XXXL y la pipa por el porro, pero los factores del juego son los mismos: un tío listo, muchas chicas (no sabemos si listas o tontas, pero preferiblemente lascivas y discretas) y mucho, mucho con sumo farmacopornográfico. Esta habría sido una de las misiones de Playboy: fabricar una masculinidad mítica capaz de soportar la crisis de la heterosexualidad en el siglo XX y de hacer frente a las amenazas de la liberación femenina y de la utopía transgénero."
"Bond. James Bond..."
Podemos leer el texto de Preciado como un inmejorable disparador para repasar algunas figuras del playboy en el cine, la tv o la Web. En este sentido, es viable leer como el playboy estereotípico a James Bond su primer filme en 1963 fue Dr. No, encarnado por Sean Connery : un caso exponencial que también establece diálogos con otras tradiciones de las cuales se embebe: el dandismo y el snobismo. Bond es el agente secreto británico de la Guerra Fría y sus actitudes responden, en gran medida, al snob de los salones británicos y los clubes de hombres de la Inglaterra decadentista. Bond es un experto en las artes de la formalidad y la ritualidad, sea en sus procedimientos de espionaje como en sus operaciones de "caza" femenina. Bond es gran ironista, sardónico y sibarita recordar los martini . Un espía que emplea la lógica del playboy a todo nivel y la saca del ático para trasladarla al coche su Aston Martin o los diferentes dispositivos que lo atraviesan: desde sus armas diseñadas por Q. hasta su smoking y reloj. En gran medida, Bond pondrá en funcionamiento aquello que el filósofo ruso Alexander Kojéve, en su célebre curso sobre Hegel, plantea sobre el snobismo como forma existencial del desencantado mundo contemporáneo; el mundo poshistórico al cual ya no le queda más historia que construir porque su devenir ha culminado. Esa formalidad de la existencia de la American way of life de los Estados Unidos a la que Playboy responde redefiniendo el género masculino ni héterosexual, casado y conservador, ni homosexual, hedonista y "comunista" es lo que James Bond traslada al plano cinematográfico.
Otros ejemplos a destacar del playboy en escena son señalados por la propia Preciado: el MC de hip hop, el pimp, el gangsta-rapper rodeado de bitches, limosinas, cadenas de oro y billetes. La misoginia, en este caso, es más destacada que en el caso de su progenitor Hefner. Los videoclips de Snoop Dog, Eminem o 50 cent son exponentes perfectos de esta lógica playboy actualizada. Pero de Bond o el hip hop también podemos llegar a Ricardo Fort.
Carne argentina
Uno podría decir que Fort emplea en su discurso y en sus apariciones mediatizadas una masculinidad distorsiva y compleja. Tal como marca Preciado, el gran logro de Playboy fue llevar el espectáculo farmacopornográfico a la era de la comunicación de masas mediante el reality que el propio Hefner encabeza con sus conejas en E! Enterntainment Television , y Fort está consumando este proyecto. Desde su incipiente reality insuflado vía Youtube hasta su casting de "novias" en vivo en Showmatch, donde Marcelo Tinelli presenta a las futuras competidoras, el caso de Fort sería un paso más allá del modelo que impone Hefner en los 50. Fort estaría redefiniendo la masculinidad con los mismos dispositivos del fundador de Playboy ático, cama, mansión, circuito cerrado interconectado, comunicación , pero cuestionando el sistema de género que Hefner no criticaba. El millonario chocolatero construyó su cuerpo de modo excesivo bodybuilding, cirugías, bótox , colocándose como un modelo arquetípico del cuerpo gai post años 50: la muscle queen.
El homosexual hipermasculinizado tomado de estrellas de cine como Marlon Brando y James Dean, y luego por la cultura leather que ocupa el lugar de la clásica queen (loca) travestida, excesivamente afeminada. ¿Fort sería el caso de un playboy al que no le gustan las mujeres? ¿De qué modo estaría operando esa reversión del modelo de Hefner?
"Chicas que son chicos"
Otro caso llamativo es Lady Gaga. La sucesión de videoclips "Bad romance", "Telephone", "Paparazzi", "Alejandro" engarzados se constituyen en verdaderas piezas de atención donde el género también se redefine a través de dispositivos que van cambiando ropas, anteojos de cigarrillos, zapatos sin taco, celulares extraños para operar modificaciones en el cuerpo de la estrella. Gaga pareciera asumir el rol masculino como Madonna lo había hecho en los 90 con Erótica invirtiendo a las bunnies de Hefner. La lógica de Gaga sería la idea de un playboy o playgirl que "envejece" o muta a medida que se rodea de hombres jóvenes, bellos y gais, que equívocamente la desean. El dispositivo productor de subjetividad que era Playboy, en este caso, se eleva al paroxismo, fuera ya del ático o la cama redonda, para llegar hasta accesorios como anteojos, zapatos o sombreros. Lady Gaga recuerda también a Lara Croft protagonizada por la actriz Angelina Jolie : una heroína que vivía en su refugio rodeada de sirvientes y en vigilia permanente. Una multimillonaria, como Batman, conectada a la ínterfaz perpetua.
Los casos citados Bond, el hip hop, Fort, Lady Gaga o Lara Croft operan como lecturas, actualizaciones o reversiones del playboy en escena. En películas, en tv, en videoclips o en la Web 2.0, la figura del playboy se alimenta del dandy homosexual del siglo XIX Wilde o Proust , así como del libertino misógino de los siglos XVII y XVIII Casanova o Cyrano . Propias del Club de Hombres y de toda su iconografía conceptual donde encontramos los cigarros, las pipas, los caballos, las armas de caza, los vinos, los portos, el whisky, el cognac, los juegos de mesa (póker), el boxeo, el esgrima o el gimnasio, estas encarnaciones de la masculinidad devienen formas de vida propias de la tipología del gentleman (caballero como ideal moral) y que ha recibido numerosas personificaciones evidentes en la cultura pop: desde Sherlock Holmes hasta Bruce Wayne (Batman), pero también en personalidades como Alfred H. Dunhill o el director alemán Herbert Von Karajan.
Estos aristócratas solterones, libertinos liberales, bonvivants enófilos, fumadores eximios y buscadores de mujeres, tal vez sin saberlo, construyeron una forma particular y común de diseñarse a sí mismos. Tal vez todo se trate de un juego de personas, conjugaciones y relaciones: así como el playboy se constituye como tal en relación al otro (a las mujeres que seduce y conquista, y lo constituyen), el dandy lo es con relación a sí mismo (su propia autoconstitución, su propia conquista podríamos decir, su estetización que no es sino narcisismo de cuño gai).
Esta "ética playboy" que vemos en los personajes mencionados en el cine, la TV o la música pop, se basa en una suerte de resistencia extraña o bizarre, una moralidad marginal que, lejos de resultar una suerte de libertinaje vacuo e inerte, deviene una curiosa forma de desarrollo moral.
El playboy que sale a escena podemos verlo ya en la caricaturesca mirada del viejo Hugh Hefner, a quien su imperio se le viene a pique en 1988 todos los clubes Playboy de USA cerraron sus puertas . Un Hefner a quien podríamos visualizar pensando en su bata púrpura, mientras fuma su pipa y sus bunnies neumáticas se deleitan en la piscina de la Mansión.
Lejos de la diversión garantizada viene la melancolía de la soledad del playboy que no goza de buena prensa, tiene poco rating y baja rentabilidad; el playboy también es, hay que decirlo, un extraño moralista contemporáneo. Sus sucesivas apariciones entre las conejas blondas y siliconadas, o bien, sus reversiones masculinas musculadas parecen demolerse radicalmente. Cabría pensar si figuras como Ricardo Fort o Lady Gaga no estarán representando en escena ejemplares más complejos cuya alza mediática y éxito están poniendo en evidencia subjetividades abiertas por Playboy; nuevas formas de masculinidad y feminidad en las primeras décadas del siglo XXI.
FUENTE: http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/08/23/_-02207490.htm
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