SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 21/11/2009
Es falso que Shakira no llore. La pobre cantante colombiana pasa una
verdadera tortura (de ahí el nombre de la última canción que canta con
Alejandro Sanz) porque su amor la ha dejado. Es más, el caballero se
marcha "sin decir palabra" y encima vuelve hablando "de ella". Así que
Shakira cree que las disculpas sobran y que "a otro perro con ese
hueso". Y no digamos Julieta Venegas. Ella llora y llora porque su
amor no supo "entender su corazón". Es cierto que las canciones de
Shakira y de Julieta tienen un aire distinto de las coplas de Concha
Piquer y que, aburridas de tanto llorar, terminan por dejar a sus
parejas, pero hay que tener en cuenta que los tiempos han cambiado.
Llegó el pop.
Todo esto, que puede parecer un poco loco, viene a cuento de un
artículo publicado en estas mismas páginas, titulado Revanchismo de
género y firmado por Enrique Lynch. Es disculpable que el autor del
texto no conozca bien la letra de las canciones, que cita. Se trata de
un profesor titular de Estética de la Universidad de Barcelona y es
posible que no haya cantado mucho últimamente los ritmos de Shakira.
Aun así, en su calidad de profesor debería confiar más en sus dotes
para buscar la verdad.
No sería tan importante dejar claramente establecido qué es lo que
cantan estas dos estupendas artistas si no fuera porque el profesor
Lynch cree que "con tres canciones más de esta guisa (revanchistas de
género, anoto yo), la tasa mensual de asesinatos acabará por
triplicarse". Así que para evitar que algún otro "bárbaro islámico" o
"macho ignorante y brutal" mate a pedradas o arroje ácido a alguna
mujer, parece que hay que aclarar que no son sólo los hombres los que
lloran y piden perdón, se emborrachan para mitigar sus penas y se
autoflagelan, como afirma el artículo, sino que la mayoría de las
mujeres sigue llorando y autoflagelándose por la pérdida del amor. Eso
sí, por motivos que quizás alguien se anime algún día a estudiar, no
se deciden a asesinar a sus parejas, digan lo que digan seis canciones
o seis discos completos.
La cosa tendría gracia si no fuera porque el artículo saca algunas
conclusiones de canciones y de campañas de igualdad promovidas por el
ministerio del ramo que no son graciosas, sino peligrosas y, pese a
una cierta apariencia provocadora, nada originales.
No es nada original, por ejemplo, advertir a las mujeres que no se
echen en brazos de un "feminismo resentido" porque pueden acabar
alimentando al monstruo de la violencia, asesinadas a manos de unos
hombres brutales que actúan en legítima defensa. Eso es directamente
peligroso. Se supone que el autor suscribe otro tipo de feminismo
(aunque no se explica en qué consiste), con menos riesgos para las
propias mujeres. Francamente, resulta triste ver cómo vuelven al
espacio público argumentos que ya habían sido olvidados, por su
desidia intelectual, desde la época de La Cabaña del Tío Tom.
La idea de que las mujeres provocan la violencia de la que son objeto
con su actitud, con su independencia o con su ropa ("mujeres que se
calzan botas de caña alta", "se atizan un atuendo de perdularia al
estilo Madonna", que ni "lloran ni piden perdón") produce a estas
alturas casi tanta incredulidad como tristeza. Y la situación de las
mujeres en el mundo islámico es lo suficientemente injusta, y en
muchas ocasiones dramática, como para que se pueda insinuar que los
"bárbaros islámicos" entierran vivas a sus mujeres, "temerosos ante el
revanchismo resentido que ven venir". Es posible que la lectura de
algunos libros como el recientemente publicado Half the Sky, de
Nicholas Kristoff y Sheryl WuDum o el ensayo de Amartya Sen sobre la
situación de las mujeres en el mundo, ayudará a acabar para siempre
con interpretaciones tan agotadoramente simples.
Es cierto, como dice el artículo, que la relación entre hombres y
mujeres es de una enorme complejidad. Por eso, precisamente, sorprende
que el lema de la campaña publicitaria promovida por el Ministerio de
Igualdad ("De todos los hombres que haya en mi vida, ninguno será más
que yo") sea objeto de una interpretación tan curiosa y restrictiva,
considerada como una consigna "cargada de insinuaciones y
connotaciones". Entre otras, se señala, que las mujeres españolas
tienen o han de tener muchos hombres, "afirmación que cuanto menos,
resulta discutible".
Lo que se debe discutir no es si las mujeres tienen, o deben tener,
varios compañeros sentimentales a lo largo de su vida, sino, sobre
todo, la tonta creencia de que la única relación posible entre hombres
y mujeres pasa por las relaciones sexuales. En la vida de toda mujer
hay, necesaria y afortunadamente, muchos hombres: padres, hermanos,
compañeros, jefes, amigos, y de lo que se trata es que "ninguno de
ellos sea más que yo", como ningún ser humano es más que otro ser
humano.
Y conste que el primer significado de la palabra revancha es
reintegrarse de lo perdido, restaurar una pérdida. Y en último
sentido, tomar satisfacción de una ofensa o daño. El revanchismo de
género, tan denostado, sería así la exigencia de media parte de la
humanidad de que se le restaure lo perdido y se dé satisfacción a la
ofensa y al daño percibido como ser humano.
FUENTE: http://www.elpais.com/
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