LA HABANA, sep (IPS) - Hace más de tres años que se separó de su segunda
esposa y descubrió que no tenía un hogar a donde regresar. Aunque no le
ha faltado alguna que otra mano amiga y sus hijos le ayudan de vez en
cuando, Humberto Martínez pasa la mayoría de las noches de su vida en el
banco de un parque de la capital de Cuba.
"En este tiempo he tenido empleo como custodio nocturno en lugares donde
podía dormir. Ahora llevo varios meses sin trabajo. A veces duermo en el
pasillo de algún edificio o en la azotea de unos amigos, pero no es
fácil el frío que se pasa allá arriba. Casi siempre me quedo en el
parque", contó a IPS este hombre de 59 años.
Aseguró que nunca le ha faltado dinero en el bolsillo, la ropa la guarda
en casa de unos amigos y se baña regularmente, siempre ha tratado de ser
un hombre honesto y trabajador, pero, en el peor momento de su vida no
hubo una amistad, un familiar o un hijo en condiciones de brindarle un
espacio para vivir.
Con su primera esposa, madre de dos de sus hijos y a la que sigue
"queriendo como el primer día", ni siquiera pudo mantener una amistad.
Mirando atrás reconoce que bebía demasiado, siempre llegaba tarde y
borracho a casa, le daba todo lo material, pero no lo que ella
necesitaba: "Le faltaba yo", dijo.
Muy concentrados en hacer sus vidas, ninguno de sus tres hijos, a pesar
de gestos aislados, ha podido atenuar el abandono y la soledad. "Aquí no
hay hombre duro", reconoce ahora, con lágrimas en los ojos, en uno de
los momentos cumbres del documental "El padre nuestro. Lo masculino y lo
femenino de nuestras almas".
Martínez fue encontrado por la realizadora cubana Lizette Vila para ser
el hilo conductor de una historia que pretende "registrar en tiempo
real" la construcción social de las masculinidades desde una percepción
de absoluta vulnerabilidad emocional, sentimental y humana.
Víctima de uno de los problemas sociales más acuciantes de Cuba, el
déficit de vivienda, es también la síntesis de ese hombre de barrio que,
desde muy niño, fue educado en los estrechos márgenes de la masculinidad
heterosexual hegemónica y, sólo colocado en el límite, empieza a hablar
desde los sentimientos.
"Si los hombres se dieran cuenta de que tienen derecho a llorar, a
confesar sus sentimientos públicamente, a usar los colores más sublimes,
a convivir con lo humano y lo divino, no estuviéramos, quizás, hablando
de violencia, de vulnerabilidades humanas, de desafíos con caminos cada
vez más lentos", dijo Vila a IPS.
Directora general del proyecto cultural Palomas y realizadora de una
larga lista de documentales, varios de ellos sobre hombres, Vila está
convencida de que "el macho cubano, como el mexicano o el latino en
general, sufre mucho porque no le han dado la posibilidad de erigirse
desde una percepción de paz".
VULNERABILIDAD MASCULINA
Estos hombres "viven en una competencia latente, en la necesidad de
engañar amorosamente, de ser iconos sexuales, y terminan escondiéndose
cuando tienen dificultades con su sexualidad o con su próstata. Son
esclavos de un poder imaginario y se han vuelto muy vulnerables porque
ni son tan rígidos, ni son tan fuertes, son seres humanos", afirmó.
En Cuba, con una población de 11,2 millones de personas, divididas casi
a partes iguales entre hombres y mujeres, la tasa bruta de divorcios
saltó de 0,41 por cada mil habitantes, en 1955, hasta 3,2 en 2006, según
un estudio de la investigadora María Elena Benítez, del Centro
Demográfico de la Universidad de La Habana.
Diferentes estudios coinciden en que, a pesar de vivir en sociedades
patriarcales donde ostentan el poder y lo ejercen sobre la mujer y la
familia, el modelo de masculinidad socialmente impuesto coloca a los
hombres ante una situación de vulnerabilidad que pasa por el cuidado de
su salud y los coloca, constantemente, en contextos violentos.
Por lo general, las mujeres están mejor preparadas para enfrentar la
jubilación y la viudez, a lo largo de la vida establecen lazos de
amistad profundos, duraderos y cualitativamente diferentes a los de los
hombres y, en casos de pérdida de vivienda o soledad, suelen ser mejor
acogidas por familiares o amigos.
Ellas, también enmarcadas en los estereotipos de género y en la función
social que han cumplido a lo largo de sus vidas, son vistas como una
posible ayuda en el cuidado del hogar y la familia. Ellos, aunque
traigan dinero, son recibidos como una carga extra, alguien de quién
ocuparse y, en casos extremos, un verdadero estorbo.
"El hombre cae en la soledad, en la depresión, no sabe qué hacer con su
vida. Al final, la masculinidad lo lleva a la dependencia total de la
mujer, a la inutilidad, a un proceso doloroso", dijo a IPS Julio César
González Pagés, profesor de la Universidad de La Habana y coordinador de
la Red Iberoamericana de Masculinidades.
Aunque no existen estadísticas públicas sobre las personas que viven en
situación de indigencia en Cuba, una investigación de la especialista en
antropología social Juana María Jiménez encontró que la mayoría son de
la tercera edad, predominantemente del sexo masculino, sin hijos ni
familiares allegados y con riesgos de alcoholismo.
En condiciones sociales diferentes, los hombres también son mayoría
entre las personas que viven en la calle. Un estudio de caso realizado
en la ciudad española de Barcelona encontró que 89,5 por ciento de las
personas sin techo eran hombres, pero, a diferencia de Cuba, 62 por
ciento eran inmigrantes extranjeros.
A fines de 2007, 184 millones de personas vivían en la pobreza en
América Latina y el Caribe, 68 millones de ellas en condiciones de
indigencia, según el Panorama Social de América Latina 2008, publicado
por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Del total, unos 120 millones carecen de vivienda o viven en casas de cartón.
En tanto, el último Informe Nacional de Seguimiento de los Objetivos de
Desarrollo del Milenio presentado por Cuba reconoce que, aun con amplias
garantías de seguridad y asistencia social, se han identificado en la
isla rasgos de vulnerabilidad familiar como el envejecimiento, los bajos
ingresos y las privaciones de vivienda o de su equipamiento.
HOMBRES CON ALMA DE MUJER
"Soy pobre, estoy en la calle, pero no soy un indigente. Tengo que andar
bien limpio", afirmó Martínez en una secuencia que alterna con otras
imágenes masculinas: un hombre casi desnudo durmiendo en una acera, otro
con una botella de ron en la mano, un tercero "buceando" en la basura y
varios más matando el tiempo en una mesa de dominó.
"¿Un hombre que se está ahogando no necesita una mano que lo ayude?", se
preguntó Lizette Vila, al mostrar a IPS las fotos de un cubano rescatado
del mar demasiado tarde. "Todo el mundo lo vio ahogarse y nadie se movió
para ayudarlo. ¿Qué hubiera pasado si hubiera estado ahogándose una
mujer?", reflexionó.
Segura de ser una "mujer-hombre", desde el momento en que reconoció lo
masculino que hay en ella, Vila consideró que "si todo el mundo
comprendiera que esos dos elementos son psicológicos, sociológicos y
pueden perfectamente complementarse, hubiera mucha más sostenibilidad en
la equidad entre los géneros".
"Si los hombres y las mujeres pudieran reconocer lo masculino y lo
femenino que tienen cada uno y cada una de ellas, la edificación de la
personalidad, la interacción social, incluso la reconstrucción de sus
propias vidas en cualquier circunstancia fuera mucho más armónica", aseguró.
Y, añadió, "cuando digo armónica, estoy hablando de equidad, de justicia
y de derechos". (FIN/2009)
CUBA: No hay hombre duro, es duro ser hombre - IPS ipsnoticias.net (25
September 2009)
http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=93413
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