Querid@s amig@s,
De Alberto Ilief, de Varones por la Equidad, de Argentina hemos recibido este interesante artículo que, aunque desactualizado en algunos datos, mantiene su vigencia en lo sustantivo. No pierdan la oportunidad de leerlo,
El Patriarcado: una estructura invisible.
Puede ser un buen momento para presentar lo que, en última instancia, subyace o está detrás de todo aquello que aprendemos en las relaciones familiares, sexuales, sociales, políticas; en la educación que nos forma o nos deforma desde la escuela, la televisión, la publicidad, los libros, los cómics; en los diferentes lenguajes: el lenguaje corporal, en el musical, en la pornografía, en el erotismo, en los silencios, en la palabra, en nuestra lengua… es decir, en todos los ámbitos de nuestra cultura, esa señora que nos crea y que a su vez contribuimos a crear, queramos o no. No en vano desde algunas filosofías se dice que el ser humano está condenado a tener que hacerse o (yo añadiría) deshacerse…
En el Congreso Internacional de las Familias, que se realizó este año en Sevilla, escuchaba con grata sorpresa a Miguel Lorente Acosta, director del Instituto de Medicina Legal de Granada y, hace ya algunos años, dedicado también al estudio de la violencia de género, decir delante de mujeres y hombres del ámbito político, judicial, universitario, representantes de la ONU, asociaciones de diferentes colores y condición, y ciudadanos y ciudadanas de a pie, que la causa última de la violencia de género estaba en el Patriarcado y que cualquier otra explicación era simplista o reduccionista (no puedo evitar el seguir sorprendiéndome cuando encuentro a un hombre hablando con gran sensibilidad y conocimiento de aquello que en principio parece ser un problema de mujeres y no de derechos humanos y que, por tanto, atañe a todas y todos).
Este término lo utiliza, por primera vez en la historia, Kate Millett en su magnífico libro Política sexual, publicado en 1969, que pretende ser, dicho por la propia autora, “unos cuantos apuntes hacia una teoría del patriarcado”. Habrán de pasar unos cuantos años para que esta perspectiva sea incorporada en todos los análisis mínimamente serios que se hagan desde cualquier ciencia social.
Lo que vulgarmente se llama "machismo" no es más que la punta del iceberg de toda una organización social profundamente discriminatoria para con las mujeres, que se ha dado en llamar "patriarcado". Es decir, que el sistema patriarcal implica mucho más de lo que vulgarmente se entiende por machismo.
En nuestra sociedad occidental ser machista ha empezado a estar mal visto, por lo que los mecanismos del patriarcado se han vuelto más sutiles o solapados y se esconden bajo nuevas justificaciones (aunque en el fondo son siempre las mismas).
Con esta palabra designamos una estructura social jerárquica, basada en un conjunto de ideas, prejuicios, costumbres, instituciones e incluso leyes respecto de las mujeres, por la que el género masculino domina y oprime al femenino. Quizás éstos términos (dominar y oprimir) pueden parecer excesivos, porque suenan a una especie de "conspiración universal" contra las mujeres. Y si hay una conspiración debería haber unos conspiradores culpables y, en este caso, no parece que haya ningún grupo concreto de hombres en alguna parte organizando y dirigiendo esta conspiración. Pero es que el Patriarcado es una estructura que está por encima de las personas, aunque cada persona (hombre o mujer) ponga su granito de arena, mayor o menor, para que dicha estructura se mantenga.
Al hablar del patriarcado, por tanto, no estamos buscando culpabilidades ni victimismos, sino tratando de comprender por qué pasan muchas de las cosas que les pasan a las mujeres y a los hombres. Por otra parte, resaltar los aspectos negativos de la situación de las mujeres sirve de revulsivo, para que se vean más claramente y para que, de esa forma, sea más fácil descubrirlos en la vida diaria. No se trata de ser pesimistas respecto de la vida y situación actual de las mujeres, ni de creer que todos y todas estamos en la misma situación: afortunadamente poco a poco se va mejorando en bastantes aspectos, aunque no tantos como se piensa vulgarmente.
Podemos decir, por un lado, que la sociedad es la suma de las actuaciones de cada uno de los individuos que la componen; por otro, que las estructuras sociales influyen en el comportamiento individual, a veces condicionándolo muy fuertemente. Pues bien, es aquí donde reside la diferencia entre machismo y patriarcado: mientras que el machismo es una actitud y una conducta (individual o colectiva), el patriarcado es toda la estructura social en la que muy diversos factores se entrelazan y refuerzan mutuamente para hacer posibles las actitudes y conductas machistas: categorías conceptuales, esquemas de percepción, universo simbólico, leyes, costumbres, instituciones, organización económica, educación, publicidad, etc.
Algunas manifestaciones externas de la estructura o sistema patriarcal se han convertido en evidentes para la mayoría de la gente, gracias a una labor de denuncia continuada por parte de muchas mujeres. Así, reconocemos las estructuras patriarcales en la discriminación salarial por causa del género, en la violencia conyugal o en el acoso sexual en el trabajo. Pero esas manifestaciones externas hay quien piensa que son cosas y casos puntuales, que están lejos, que en nuestra vida cotidiana no tienen incidencia.
Sin embargo, el patriarcado aparece hasta en los detalles más nimios de nuestra vida diaria, porque ha cristalizado en estereotipos que condicionan todos nuestros comportamientos, tanto de las mujeres como de los hombres. En la estructura o sistema patriarcal, se asigna a la mujer ese determinado papel social o “rol” subordinado al hombre, que condiciona la vida entera de las mujeres, del que les es muy difícil escapar y que es profundamente discriminatorio.
Es complicado resumir los múltiples aspectos bajo los que se manifiesta el patriarcado. No se sabe por qué, en algún momento de la prehistoria se comenzó a construir este sistema de dominación de los hombres sobre las mujeres que ha llegado a ser tan universal (a lo largo del tiempo y en todas las partes del mundo) que mucha gente piensa que es "natural". Pero igualmente mucha gente pensaba hasta hace relativamente pocos años (en comparación con la historia de la humanidad) que la esclavitud o la división jerárquica de la sociedad en clases sociales estancas eran también cosas "naturales". De ahí la falta de conciencia generalizada, la falta de conceptualización y divulgación del término "patriarcado".
Las principales manifestaciones del sistema patriarcal se pueden dividir en: aspectos socio-económicos, aspectos psicológicos y aspectos culturales, aunque todos están interrelacionados y se apoyan y refuerzan mutuamente. Estos aspectos pueden ser causas o efectos del Patriarcado, o las dos cosas a la vez.
Al ser una construcción social, los aspectos más visibles del sistema patriarcal son MANIFESTACIONES SOCIO-ECONÓMICAS, algunos de ellos son:
Falta de independencia económica. Muchas mujeres son "menores de edad" en lo que se refiere al dinero y no pueden plantearse vivir por su cuenta, bien por falta de ingresos, bien porque los ingresos que tienen son bajos o procedentes de trabajos precarios, inestables o a tiempo parcial. Un indicador muy expresivo de la falta de independencia económica de las mujeres es el dato de que, de todos los créditos (préstamos de dinero) concedidos por los bancos a personas en todo el mundo en el año 2000, solamente un 3% fueron para mujeres. En España, en el año 2003, por ejemplo, de las 16.868.000 personas que trabajaron con algún tipo de remuneración, 6.538.900. eran mujeres, lo que supone el 38% de la población ocupada. La tasa de paro femenina dobla la tasa de paro masculina: 15,64, frente a 8,13. El 30% de las trabajadoras, es decir, 550.600 mujeres, son autoempleadas.
División del trabajo en general según género. Esta división hace que las mujeres carguen con todo el trabajo no remunerado (trabajo doméstico y de cuidado de personas). Solamente el 38% de las mujeres en edad laboral tenía un trabajo remunerado en el año 2003 (población "ocupada") y solamente un 10% más (hasta llegar al 48%) estaban apuntadas como desempleadas buscando activamente empleo. O sea, que la población femenina considerada "activa" para las estadísticas no pasa del 48% de las mujeres (población "activa" = "ocupadas" + "desempleadas"); ¿es que el 52% restante no hace nada? Pues no: en España según María Ángeles Durán, socióloga especialista en asuntos de género, por cada hora de trabajo remunerado se realizan otras dos horas de trabajo sin sueldo, y son las mujeres quienes realizan el 80% de estas tareas. Las mujeres, por tanto, trabajan muchísimo más y cobran muchísimo menos.
División del trabajo remunerado según género. Para las mujeres se reservan los puestos o tareas remuneradas de "bajo perfil" o de "perfil asistencial". El 76% de los contratos verbales, no sujetos a derechos, y el 58% de los contratos discontinuos se pactan con mujeres. Sigue habiendo profesiones "de mujeres" y profesiones "de hombres". Por ejemplo, poquísimas ingenieras ejerciendo de hecho como tales y muchísimas enfermeras.
Expectativas del mundo laboral respecto del comportamiento de los hombres y de las mujeres. Los hombres deben tener disponibilidad total de tiempo y mente para con su trabajo o empresa, lo que implica que detrás de ellos debe estar siempre "la mujer" para ocuparse de "la casa y los/as niños/as". Las mujeres se supone siempre que no aspiran a más en el trabajo porque se deben a su familia y no se plantean otras metas, por lo que se las suele dejar en puestos, de una u otra forma, secundarios. De esta manera, el mundo de la empresa se convierte en el principal bastión actual del patriarcado. A pesar de lo que diga la ley, las estadísticas dicen que los salarios de las mujeres siguen siendo significativamente más bajos que los de los hombres, a igual responsabilidad (de 20 a 40% menos).
El "techo de cristal". Aún cuando las mujeres asciendan a las altas jerarquías de la política, la administración o las empresas, se quedan siempre a un paso de los niveles reales de decisión o poder ¿Cuántas mujeres hay en los consejos de administración o en los consejos de dirección de las grandes empresas? Las que consiguen traspasar ese "techo" son siempre una minoría. Según datos del 2003, en España desde 1977, sólo 17 mujeres han sido ministras, frente a 238 ministros. De los 3.435 gobiernos municipales, el 10% están regidos por una alcaldesa.
Consumismo
Desde la adolescencia, las mujeres aprenden a “ir de compras”. Al principio como pasatiempo, al final como tarea designada y convertida en hábito. ¿Pero es que no hay otras miles de maneras de pasar el tiempo? ¡con la cantidad de cosas productivas que se pueden hacer…! La publicidad va dirigida mayoritariamente a fomentar el consumismo de las mujeres. Eso sí, las mujeres en general hacen las compras rutinarias (alimentación, limpieza, ropa para todos y todas...), ¡total, ya están habituadas! Las compras “importantes” (realizadas mucho menos a menudo) son realizadas mayoritariamente por los hombres (el ordenador, el coche,…)
Violencia doméstica, acoso sexual y violación. Aunque éstas prácticas parecen ser cada vez más rechazadas en nuestra sociedad, sigue habiendo demasiados casos y todavía una cierta complicidad en algunos sectores de la población. Así lo atestiguan determinadas sentencias judiciales que encuentran atenuantes de estos actos en la "provocación" de una manera de vestir, o determinados apoyos que han recibido de su partido político cargos públicos condenados por delito de acoso. En 2003, 164 mujeres sufrieron tentativa de asesinato a manos de su compañero o ex compañero sentimental; 64 fueron asesinadas. La violencia doméstica empieza en el maltrato psicológico en la vida cotidiana.
El escandaloso negocio de los cosméticos y la cirugía estética. No nos referimos aquí a los cuidados normales de higiene o a una moderada preocupación y ocupación por el aspecto personal. Lo que es escandaloso es cómo la publicidad y los medios de comunicación retroalimentan un mercado multimillonario que se basa en el fomento y la explotación del sentimiento de inseguridad de las mujeres con su físico y en el tratamiento de las mujeres como objetos. Esto es tan absurdo que, al parecer, en el año 2001, en todo el mundo, se gastó muchísimo más dinero (del orden de tres veces más) en implantes de senos que en la investigación del Mal de Alzheimer (una forma de demencia senil).
La existencia de la prostitución. Es otra señal del patriarcado. Aunque exista algo de prostitución masculina (los "gigolós"), la prostitución es esencialmente femenina y no sería posible, entre otras cosas, si: primero, no existiera la abismal diferencia de poder (y no sólo económico, sino poder vital) entre hombres y mujeres; y, segundo, si no se diera la "cosificación" o reducción de las mujeres a meros objetos sexuales.
Las anteriores manifestaciones sociales del patriarcado tienen su reflejo a NIVEL PSICOLÓGICO, algunas de ellas son:
Falta de autoestima en las mujeres, inducida por la educación y el entorno. Una consecuencia de ello son las enfermedades psicológicas, que padecen mucho más las mujeres que los hombres, como la anorexia, la bulimia o la depresión.
Falta de expectativas de logro y limitación de los propios intereses en las mujeres. Como las expectativas y la confianza que una tenga en sus propias fuerzas son condición para alcanzar lo que una se proponga y aunque las mujeres en la actualidad, por lo menos en nuestro mundo, se educan para proponerse lo que quieran, antes o después tendrán que optar o compatibilizar sus relaciones afectivas con su carrera. Desde la infancia aprenden que los/as bebés son cosa de niñas y no de niños (los niños no juegan con muñecas ¿por qué?), y al jugar con muñecas y ejercitarse desde su más tierna infancia a hacer de mamaítas y no de papaítos, una vez sean mayores les harán optar por su familia. Lo han visto en sus madres, lo han visto en la publicidad, lo han visto por todas partes. Son las máximas responsables de sus hijos e hijas. Por lo que muchas veces las mujeres carecen de tiempo y por tanto de estrategias, para investigar y aprender de las cosas y del mundo y tienden a centrarse exclusivamente en las relaciones (la otra cara de este aspecto es la incapacidad, falta de interés y estrategias de muchos hombres para con las relaciones afectivas interpersonales).
Sentimiento de miedo e inseguridad física. Muchas mujeres son más fuertes que muchos hombres y, según las estadísticas, los hombres sufren muchos más delitos con violencia que las mujeres; sin embargo, desde pequeñas se mete miedo sólo, o mucho más, a las mujeres frente a la eventualidad de un ataque violento (especialmente con el fantasma de la violación), no se fomenta su educación física y su competitividad, se acrecienta su debilidad haciéndolas llevar ropa y calzado "a la moda", que impide moverse con agilidad. En consecuencia, las mujeres en general viven con más miedos, limitándoles a la hora de salir o de emprender actividades solas. La otra opción es tener siempre al lado a un hombre que les acompañe (muchos padres se complacen cuando sus hijas tienen novio a temprana edad porque así ya tienen protección garantizada, aunque sea a costa de la autonomía de ellas).
Las manifestaciones del patriarcado en el ÁMBITO CULTURAL también se hacen notar.
La educación reglada (colegios, institutos, universidades) androcéntrica (centrada en los hombres). Todos los grandes nombres que se estudian en la historia, la literatura, el arte y la ciencia son hombres; no se da relevancia a las pocas mujeres que han podido destacar y no se explican las causas de que haya tan pocas mujeres destacadas, con lo que se transmite subliminalmente el mensaje de que las mujeres son incapaces o, al menos lo han sido, y se impide que las nuevas generaciones rompan con esa idea del inconsciente colectivo. Otras interpretaciones "tienen truco", por ejemplo cuando en historia se habla del advenimiento del "sufragio universal" en las democracias occidentales, se está hablando de la generalización del voto a todos los hombres mayores de edad; ¿se explica que lo que se dió por llamar "sufragio universal" impedía votar al 51% de la población, es decir, las mujeres? ¿Se explica acto seguido el movimiento sufragista protagonizado fundamentalmente por mujeres que hizo posible el voto de las mujeres en todos los países? Otro ejemplo: cuando se estudian los movimientos sociales de los s.XIX y XX no aparece el movimiento feminista por ningún lado, como si no hubiera sido uno de los movimientos determinantes del cambio social en esos siglos.
El funcionamiento y la estructura de las familias. De las 319.800 familias monoparentales españolas, 286.800 están a cargo de una mujer (¿no se deberían llamar monomarentales?). De éstas, el 90% tiene menos de 45 años y dos hijos/as. Las mujeres dedican 7 horas y 22 minutos a las tareas domésticas un fin de semana, mientras que el hombre emplea 3 horas y 10 minutos. Son datos del año 2003. Los hijos y las hijas tienden a aprender y reproducir los roles que ven en sus progenitores; sería bueno que las nuevas generaciones de chicas y chicos sean (en algunos casos ya lo son) conscientes de ello y poco a poco vayan rompiendo con los roles de la familia tradicional que ha supuesto y supone tanta desigualdad, aunque sólo fuera por variar un poco... a mejor.
Transmisión y fomento de los estereotipos por los medios de comunicación y la publicidad. La publicidad va dirigida fundamentalmente a las mujeres, a las que refuerza en su papel de encargadas del trabajo doméstico y de objetos sexuales, retroalimentando su insatisfacción con el propio cuerpo. Toda una nube de programas y prensa "rosa" o "especial para ti, mujer" (dirigidos a las mujeres), así como los programas y la prensa "deportiva", y la pornografía (dirigidos exclusivamente a los varones) contribuyen igualmente a la transmisión y fomento de los estereotipos femenino y masculino.
La ciencia, las artes y las letras. Aunque se tiende a pensar que estas manifestaciones culturales son neutras o asépticas en términos de género, también están impregnadas de valores masculinos y colaboran en la transmisión y fomento de los estereotipos de género. Un ejemplo: Francis Bacon, siglo XVII, considerado como uno de los fundadores de la ciencia moderna, en su obra El nacimiento masculino del tiempo dice así: “la ciencia anterior representaba solamente un vástago femenino, pasivo, débil, expectante, pero ahora ha nacido un hijo varón, activo, viril, generativo”. “Establezcamos un maridaje casto y legal entre Mente y Naturaleza. La Naturaleza va a ser la novia, la que requiere ser dominada, conformada y sometida por la mente del científico”. Este fue el impulso científico en su nacimiento. Efectivamente, se ha dominado a la Naturaleza como Francis Bacon quería pero ¿a qué precio? Hemos puesto en peligro la supervivencia del planeta por ese deseo. ¿No es cierto que detrás de muchas mujeres asesinadas está el deseo de sus parejas de dominarlas? Otras muchas sobreviven sometidas.
La religión. Las religiones, como manifestaciones culturales, contribuyen a mantener todos los prejuicios misóginos y la idea de la mujer siempre dependiente y subordinada al hombre, a través de su influencia en nuestro imaginario colectivo (incluso con una imagen masculina de Dios o de los dioses) y a través de las propias estructuras de poder, tanto de las iglesias cristianas, en España, en particular, la Católica, como de las grandes religiones en general.
Los esquemas de percepción y el universo simbólico. La psicología, la antropología y la sociología actuales están de acuerdo en que vemos el mundo a través de una serie de “categorías” conceptuales y esquemas de percepción que nos sirven para estructurar la realidad. Igualmente el universo simbólico (las asociaciones que hacemos de determinadas imágenes, palabras y conceptos) determina nuestra percepción y comprensión de lo que nos rodea. Pues bien, tanto los esquemas de percepción y las categorías conceptuales como nuestro orden simbólico identifican el mundo del hombre con el mundo en sí, por lo que el universo masculino se asienta en nuestra mente como algo invisible o neutro. Lo típico del mundo dominante es que logra hacer que se reconozca inconscientemente como universal su manera de ser particular. A esto se denomina “androcentrismo” que no es más que la consideración de que los valores masculinos son únicos y universales, en detrimento de los valores femeninos. En antropología cultural, a este planteamiento se llama “etnocentrismo” y está totalmente desechado (etnocentrismo: consideración de que los valores de la propia cultura son únicos y universales).
El sexismo de nuestro orden conceptual y simbólico se manifiesta especialmente en el lenguaje. Mucha gente se burla de esto y dice que, por ejemplo, es una tontería lo de usar el "los/as" o l@s, o usar el plural femenino como genérico. Sin embargo, el lenguaje conforma nuestra manera de pensar y de ser, somos lo que de alguna manera podemos nombrar. Lo que no se nombra, no existe, o se ignora, o no se tiene en cuenta, o se da por supuesto, lo que en referencia a las personas, puede ser sangrante.
Los diferentes elementos que conforman el patriarcado son como piezas de un complicado puzzle. Cuando tenemos delante un puzzle complicado ocurre que, algunas piezas, por sí solas, no nos dicen nada, no podemos, en principio, encontrar su sitio y, por tanto, su significado. Otras piezas, por el contrario, tienen más significado debido a que lo que representan está expresado en ellas mismas.
Tanto unas como otras adquieren su máximo sentido en su relación con las otras, cuando todas las piezas encajan. El rompecabezas deja de ser tal para convertirse en un universo con sentido, con significado. Lo extraordinario de las piezas que conforman el rompecabezas del mundo es que las piezas han ido cambiando a lo largo de la historia, de nuestra historia. Si han ido cambiando pueden seguir cambiando… esperemos que a mejor.
Marisa Montero García-Celay
FUENTE: http://www.mueveteporlaigualdad.org/arts/art013.asp
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