Les compartimos la segunda entrega:
"REPORTAJE: EXPLOTACIÓN SEXUAL EN ESPAÑA
2. - Las redes de la trata
2. Aisladas en el club de carretera
Las organizaciones son grupos heterogéneos - Proceden de una decena de países - Cambian constantemente a las chicas de local
ÁLVARO DE CÓZAR / MÓNICA CEBERIO BELAZA - Madrid - 18/05/2009
Benín City es un conglomerado de polvorientas casas de chapa oxidada,
cables pelados cruzando las calles y condenadas carreteras de
socavones. Pero es un lugar perfecto para hacer negocios. La ciudad,
al suroeste de Nigeria, es un lugar de gente emprendedora y
comerciante, capaces de vender en la calle desde una antigua pieza
precolonial de gran valor hasta una inservible lavadora despiezada. Si
se le pregunta a cualquier joven ocioso de los que pasan todo el día
sentado en la calle a qué se dedica, lo más probable es que el chico
saque un móvil y diga con cierta altanería: Soy un hombre de negocios.
Éste es mi call center. El político nigeriano Bola Ige, asesinado a
balazos en 2001, describía ese don de sus compatriotas para los
negocios con una elocuente frase: "Si sabes cómo empaquetar la mierda,
la podrás vender en Nigeria".
Casi todas las mujeres africanas que ejercen la prostitución en España
proceden de Benín City. Durante el siglo XVIII la ciudad fue el centro
de la costa de los esclavos, el lugar del que partían miles de
africanos para ser explotados en las colonias. Negocio y explotación
de personas, las dos caras de la prostitución siglos más tarde.
Quienes la controlan en Benín City tienen medio negocio montado si
saben utilizar el deseo de miles de mujeres por salir de la pobreza,
prosperar en Europa y enviar dinero a sus familias.
Sobre ese sueño se levantan las redes de trata de personas en Nigeria
y en el resto de países exportadores de mujeres. Los estudios señalan
que en España hay prostitutas de más de 50 nacionalidades, pero la
gran mayoría procede de un puñado de países, aquellos en los que están
instaladas las redes organizadas: Brasil, Rumanía, Paraguay, Colombia,
República Dominicana, Rusia, Moldavia, Bulgaria, Nigeria y China.
También hay marroquíes en el sur de Andalucía, sobre todo cerca de la
frontera.
El lugar de origen de la mercancía va cambiando según la dificultad o
facilidad que tengan para introducirla en España y según la moda
estética del momento. Como quien decide dejar de comprar café en
Colombia y lo busca en Kenia. En Latinoamérica, el país que más
mujeres exporta es Brasil. El segundo, Paraguay, que es nuevo en estas
lides. El acceso es fácil -ni las brasileñas ni las paraguayas
necesitan visado- y sus mujeres resultan muy atractivas en España.
Nuestro país no importa chicas de rasgos más indígenas, como
bolivianas, ecuatorianas o peruanas.
Junto con Brasil, Rumanía se ha convertido en el otro gran proveedor
de mujeres a España. Las rumanas jóvenes son blancas, rubias y guapas
y desde que el país forma parte de la Unión Europea pueden entrar
libremente en España. Las redes buscan chicas en zonas rurales y
pobres en las que, como en Benín City, es fácil convencerlas de que se
atrevan a viajar a España con un desconocido en busca de una vida
mejor. No tienen nada que perder.
Las redes son heterogéneas y de difícil control, según explica Carlos
Botrán, comisario jefe de la Brigada Central de la UCRIF (Unidad
contra las Redes de Inmigración Ilegal y Falsificaciones Documentales
de la Policía Nacional): "Pueden estar formadas por un matrimonio, un
grupo de cuatro amigos o pueden ser organizaciones complejas y
estructuradas que operan en varios países con más de 100 personas
trabajando. Una auténtica multinacional".
El captador es el primer eslabón de la cadena, y uno de los más
importantes. En todas las historias de mujeres explotadas, él es el
encargado de encontrar mercancía, sin la cual no hay negocio. Debe
seleccionar y convencer a las mujeres hasta conseguir sacarlas del
país. Con una mentira o una media verdad. Cuando les ofrecen
directamente trabajar como prostitutas, les hablan de una situación de
libertad que después no existe.
El captador, a veces con la ayuda de una tercera persona (el
intermediario), gestiona los pasaportes, el visado, el billete de
avión o autobús y le da a la mujer algo de dinero para que lo enseñe
en la frontera y la dejen entrar como turista. Él se ocupa de todo y
alecciona a la chica sobre cómo vestirse y actuar.
"Un truco que suelen emplear las redes para entrar es utilizar un país
intermedio de entrada que pertenezca al espacio Schengen, como
Portugal, Francia o Italia", explica un inspector jefe de la UCRIF.
"Si en el aeropuerto de París ven que el destino final de la mujer no
es Francia, sino España, los controles se relajan". Algunas redes,
como las nigerianas, las rusas o las chinas utilizan métodos muy
sofisticados para falsificar documentos.
Vayamos a una de esas historias, la de una de las miles de mujeres que
cada año entran en España para acabar trabajando como prostitutas.
Llamémosla Hope. Hace dos años -tenía entonces 18- relató a una amiga
las penurias económicas que ella y su familia estaban pasando en
Lagos, al sur de Nigeria. "Te pondré en contacto con un primo mío que
necesita una secretaria para trabajar en España", le dijo la chica. La
oferta era un regalo y Hope no dudó un segundo en decir que sí. A los
pocos días conoció al hombre. Éste le vendió un futuro cómodo en
España donde ganaría dinero para ella y su familia. Ellos le ayudarían
con los papeles y la adiestrarían para pasar la frontera. Pagarían
todos los gastos del viaje y luego ella, una vez que ganase su
abundante sueldo de secretaria en Europa, les devolvería el dinero
poco a poco. Para cruzar la frontera, le proporcionaron el pasaporte
de la mujer que la esperaba en España, una nigeriana para la que iba a
trabajar.
Días después cogía un avión en Cotonou (República de Benín), rumbo a
Casablanca para aterrizar poco después en el aeropuerto de El Prat, en
Barcelona. Otro hombre la recogió en el taxi y la llevó a la casa de
su nueva empleadora. "Me acuerdo mucho de ese camino. Iba viendo la
ciudad de Barcelona, tan bonita, con gente tan distinta y me sentí una
mujer con mucha suerte" recuerda la chica en la oficina de la ONG
Proyecto Esperanza.
Esa sensación de tener por delante grandes oportunidades la comparten
todas las mujeres que llegan con las redes. Una mezcla de nerviosismo
y esperanza. Hasta que llega el jarro de agua fría. En el caso de
Hope, sucedió cuando le enseñaron su nueva ropa de trabajo: tangas y
sujetadores. "Me dijeron lo que tendría que hacer y me negué, pero el
marido de la mujer me amenazó, me pegó y me dijo: 'Si no lo haces te
tiro por la ventana ahora mismo y le digo a la policía que te has
suicidado".
Los métodos de coacción para doblegar la voluntad de la víctima son
distintos según el país de origen de la red y las víctimas. "Las redes
rumanas son las más violentas", explica el comisario de la UCRIF
Carlos Botrán. "Les dan palizas, puñetazos, hay violaciones en grupo,
no tiemblan a la hora de ejercer la violencia física para asustar y
doblegar la voluntad de las mujeres". Como la mayoría de las víctimas
son captadas en pueblos pequeños y el traficante conoce a la familia,
es muy habitual que las amenacen con matar a sus padres o a sus hijos,
si los tienen. Además, en cuanto llegan les quitan los billetes de
vuelta, el pasaporte, y el dinero y las vigilan de cerca cada minuto.
Algunas no hablan español. No tienen forma de salir.
En el caso de Nigeria, uno de los métodos de control más eficaces es
el vudú. "Días antes de coger el avión me llevaron a un curandero",
recuerda Hope. "Tenía que hacer lo que me él me dijera para que ellos
estuvieran seguros de que iba a pagar mi deuda". Le cortaron pelos de
las cejas y del pubis, los metieron en un sobre y los mezclaron con
sangre. "Sentí mucho miedo. Entonces creía que con el vudú pueden
controlar lo que haces y que incluso puedes morir. Fui muy inocente.
Me lo creía todo por mis ganas de venir a España".
Las deudas que las mujeres se comprometen a pagar -2.000, 3.000, 4.000
o 5.000 euros dependiendo del país de origen, de lo costoso que sea el
trayecto y de lo que puedan abusar de la situación de necesidad de la
mujer- ponen la vida de la víctima en manos de la red durante meses o
incluso años, porque algunas redes van incrementando la deuda con
engaños. Las nigerianas son las más explotadas: suelen comprometerse
desde el principio a pagar cantidades desorbitadas: 40.000 o 50.000
dólares.
Para pagar, las mujeres tienen que trabajar cada día 13 o 14 horas.
Las redes se encargan de colocarlas, como si fueran naranjas, en el
mercado: clubs, pisos y calle. La Universidad de Oviedo, que ha
elaborado uno de los estudios de campo más completos sobre el tema,
señala que en Asturias el 72% de las prostitutas trabaja en locales de
alterne, el 35% lo hace en pisos y sólo el 2,6% en la calle -parques,
descampados, polígonos industriales, centro urbano-. Estos datos no se
pueden extrapolar a todo el país, pero la Policía y la Guardia Civil
hacen cálculos similares.
Como muchas otras, Hope acabó dando vueltas por varias provincias
españolas, de club en club. Cada tres semanas la cambiaban de local.
No tenía ni idea de dónde estaba en cada momento. No sabe en qué
sitios ha vivido. "Me daban palizas si no hacía tres mil euros al
mes", relata. Nunca vio un euro de sus ganancias.
"Las redes de explotación sexual son muy crueles y rebuscadas en sus
métodos de coacción", dice Carlos Igual, de la Guardia Civil. "De las
más duras que he visto en mi carrera. Se aprovechan de la ignorancia,
de que se encuentran aisladas y desamparadas. Es lo que quieren las
redes. Por eso las cambian de sitio cada poco tiempo. Para que no
cojan confianza con los clientes y para que no se hagan amigas entre
ellas".
La de Hope era una red ínfima, formada por cuatro personas: dos
matrimonios de nigerianos que habían hecho de la trata de mujeres su
forma de vida y que tenían diversos contactos con empresarios del sexo
españoles. Ella no sabe cuál era el acuerdo económico entre sus
captores y los dueños de los clubes. La que cobraba por cada servicio
sexual no era ella, sino su "mami". Las mamis, o controladoras, son
otro de los pilares fundamentales de las redes. Vigilan y controlan a
las chicas de cerca. Son las encargadas de que no se escapen y también
de tranquilizarlas y hacerles ver que su situación no es tan horrible.
Suelen ser ex prostitutas, mujeres que han pasado por la misma
situación y que después han ascendido dentro de la organización o se
han casado con algún empresario.
Hope decidió acabar con todo eso un año después de aterrizar en
Barcelona. Consiguió salir gracias a la policía, la ONG Proyecto
Esperanza y la ayuda de personas que se preocuparon por ella. Denunció
a sus captores. La policía consiguió reunir las pruebas para llevarlos
ante un juez. Todavía es un caso pendiente."."
No hay comentarios:
Publicar un comentario